Leí de un tirón
Cierta Fortuna, con la curiosidad de descubrir una faceta
desconocida del autor, la de escritor, y me encontré con un
trabajo estupendo en lo literario y tremendamente conmovedor
en lo relatado. Es una obra muy importante, más allá del
testimonio humano -que también lo es, sin duda-, porque se
despega de la dureza de la anécdota para calar hondo en la
condición humana, en el drama del hombre como lobo del
hombre, y remonta del maniqueísmo natural que suscita tanta
injusticia y tanta maldad para arrojar una luz compasiva que
alcanza tanto a víctimas como a victimarios. Transmito la
emoción que me produjo que, después de tantos años,
Bohoslavsky haya podido exorcisar tanto dolor, humillación y
bronca, para describir ese universo carcelario con la mirada
de un Zola, de un Balzac, de un naturalista que observa las
conductas de esos pobres coleópteros pinchados y
encarcelados en una campana de vidrio, sometidos a las
pruebas más extremas para analizar sus reacciones. Es
admirable.
Tal vez se trate de la combinación de su formación de
matemático con la ironía angelical con que la tradición
judía miró siempre a la humanidad, con sus luces y sus
sombras, su heroicidad inútil pero grandiosa, sus flancos y
sus actos de dignidad sin público, en la soledad de la
propia conciencia.
El libro me conmovió profundamente.
José Luis Castiñeira de Dios
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